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viernes, 3 de julio de 2015

Los santos inocentes

TÍTULO: Los santos inocentes

AUTOR: Miguel Delibes

EDITORIAL: Booket

FORMATO: Rústica

NÚMERO DE PÁGINAS: 176

FECHA DE PUBLICACIÓN: 1981

SINOPSIS:
 
Los santos inocentes se ha convertido ya en un clásico de nuestros días. Un relato, a un tiempo realista, poético y trágico que contiene algunas de las mejores páginas del gran novelista de Valladolid. La vida en un cortijo, las andanzas del señorito Iván, aficionado a cazar por encima de todo, la dureza de la existencia cotidiana y del sometimiento al amo, y luego los humillados y ofendidos que dan título a la novela, Azarías, Régula, Paco, la adolescente Nieves... Una dramática historia tejida con pequeños incidentes de todos los días contada por la insuperable pluma de Miguel Delibes, que tan bien sabe expresar todos los matices de sus personajes, desde la aspereza hasta la ternura, así como de un paisaje muy querido por el escritor.

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Los santos inocentes, es el segundo libro que leo de Miguel Delibes después de otro gran clásico como es El hereje, y que me bastan para demostrarme la genialidad de este autor como fiel presentador de la sociedad española. Aquellas cuyas penalidades y sufrimientos vienen marcados en gran medida por las circunstancias sociales y culturales que la rodean en una época muy determinada de nuestra historia.

Antes de adentrarme en esta corta pero intensa novela, Los santos inocentes se me materializó en forma de inolvidable película. Una cinta de Mario Camus que me sobrecogió y donde pude apreciar el portentoso talento de unos magistrales Alfredo Landa, en el papel de Paco El Bajo y Francisco Rabal, metido de lleno en el personaje del peculiar Azarías.
La vida rural de esa España castiza donde los señoritos viven en grandes fincas y cortijos y el pueblo llano sobrevive del sustento y la limosna de estos. Esa sociedad cargada de desigualdades y donde todos saben el papel que les toca interpretar, tanto para bien como para mal.
Pero qué pasa cuando las pocas luces de uno de estos pobres desgraciados le hace tan inocente como para ver la realidad desde un punto de vista más igualitario y sencillo, sin castas ni pleitesías. Ahí es donde el conflicto está asegurado y Azarías encarnará ese papel protagonista de pobre héroe inocente, recayendo el peso de un argumento que va más allá de la familia pobre y sirviente y de la familia rica y feudal. 
La verdadera realidad de los hombres es la que se destapa tras la máscara de los convencionalismos.

Si hay una frase que caracteriza a Los santos inocentes es la de "milana bonita". Azarías es un pobre hombre corto de entendederas y con una hermana, Régula, que le intenta hacer la vida todo lo mejor posible que puede ser para ellos debido a su condición de pobres. Su amor por las rapaces es igual que el que demuestra a su sobrina, La Niña Chica, que nació con una gran discapacidad psíquica que la hace totalmente vulnerable y su única forma de comunicación con la realidad es mediante unos sonoros y desgarradores gritos que hacen estremecerse a todos aquellos que la escuchan.

... y, al cabo de un rato, sus pupilas se volvieron hacia la Niña Chica, cuya cabeza se ladeaba, como desarticulada, y sus ojos desleídos se entrecruzaban, y miraban al vacío sin fijarse en nada y el Azarías se agachó, la tomó en sus brazos, se sentó al borde del talud, junto a la tierra removida, la oprimió contra sí y musitó, milana bonita...

Un amor puro en un cuerpo adulto con mente de niño y con una familia cuyo afecto le sacará de más de un apuro con los señoritos terratenientes, ya que Azarías es demasiado sincero y la hipocresía, en estas circunstancias, es,, muchas veces, más beneficiosa en la servidumbre que la propia honestidad.

Paco y Régula son su familia, un matrimonio con una vida dedicada exclusivamente a la servidumbre de los señores de la finca. Ella se encarga de abrir el portón de la entrada cada vez que llega algún coche y Paco, apodado El Bajo, se vale de un don olfativo para servirle de ayuda con la caza al señorito Iván, al que conoce desde que nació.

Le soltaban una perdiz aliquebrada en el monte y él se ponía a cuatro patas y seguía el rastro con su chata nariz pegada al suelo sin una vacilación, como un braco, y andando el tiempo, llegó a distinguir las pistas viejas de las recientes, el rastro del macho del de la hembra

Pero Paco, como el restro de jornaleros, no dejaba de ser un iletrado y al igual que los demás campesinos, se le intentaba educar mediante algo de gramática para que le permitiera firmar documentos o incluso llegar a leer. Los métodos que los señoritos, en ese alarde de generosidad educativa, les ofrecían, no es que fuera muy bueno, pero la ignorancia nos hace muchas veces cabezotas y a Paco y al resto de sus compañeros les costaba entender tantas reglas cuyo único fin parecía solo complicarles la existencia.

La B con la A hace BA, y la C con la A hace ZA y, entonces, el señorito Gabriel y el señorito Lucas les corregían y les desvelaban las trampas, y les decían, pues no, la C con la A hace KA, y la C con la I hace CI y la C con la E hace CE y la C con la O hace KO y los porqueros y los pastores, y los muleros y los gañanes y los guardas se decían como que a los señoritos les gustase embromarnos.


La Régula y Paco, además de la Niña Chica, tenían otros hijos que se encargaban de otros oficios en la casa de la señora Marquesa, pero su juventud y vitalidad les hacían vislumbrar un futuro mejor que el de sus padres y buscarían la fuerza necesaria para alcanzar una vida mejor. Mucho más, cuando ven desde cerca la vida de esa clase superior cuyas debilidades e infelicidades son aún mayores que las que reflejan en público y no les hacen, ni mucho menos, superiores al resto de la gente.
La joven hija de Régula, Nieves, vivirá desde la servidumbre, en la propia casa, las miserias de los ricos cuyas vidas son más pobres que las vidas de aquellos, como su familia, que no tienen nada, dando una imagen de puertas afuera que no tiene nada que ver con la triste realidad de puertas adentro.

La señora es buena para los pobres, decían contemplando la moneda en la palma de la mano, y, al atardecer, juntaban los alaridos en la corralada y asaban un cabrito y lo regaban con vino y en seguida cundía la excitación y el entusiasmo y que Viva la señora Marquesa! y qué viva por muchos años! y, como es de rigor, todos terminaban un poco templados.

En estas vidas tan opuestas y a la vez tan entrelazadas, un accidente marcará el punto de inflexión en esta historia. Cuando Paco, en una cacería con el impetuoso y arrogante señorito Iván, acaba cayendo de un árbol y rompiéndose un hueso de la pierna. 
Las dificultades que este accidente le causa para asumir las funciones que el señorito le exige, serán un contratiempo para este último muy difícil de asumir e intentará, tozuda y egoístamente, conseguir que Paco vuelva a servirle de rastreador para valerse de su notable don a costa del calvario que sufre el pobre Paco y el resto de su familia.
La bondad de Paco le llevará a una situación extrema en la que elegir entre la lealtad incondicional hacia su señor o la lógica de mirar por su salud.

Más lo siento yo, más lo siento yo, mentira podrida, el hombre es voluntad, Paco, coño, que no quieres entenderlo y, donde no hay voluntad, no hay hombre, Paco, desengáñate, que has de esforzarte aunque te duela, si no no harás nunca nada de ti, te quedará inútil para los restos, ¿oyes?

La arenga del señorito, egoísta y ruin, hacia Paco, le llevará a un destino inesperado que el lector tendrá que descubrir para experimentar todos los sentimientos de rabia, impotencia, venganza y dolor que sufren nuestros personajes haciéndolos más vivos que nunca y terminando con el amargo sabor que deja, a veces, la realidad de nuestra historia y que es importante conocer para poder cambiarla para siempre.

La obra de Delibes  se convierte, de esta manera, en todo un clásico de la literatura española. Una puerta hacia el pasado de una España vasalla y pobre, de una sociedad dividida en castas y sumida en los extremos de la pobreza y de la riqueza. Unas desigualdades que desaparecen en la imagen de Azarías cuyo destino será el detonante de un cambio hacia un mundo más justo o eso, creo, pretendió mostrarnos su autor. 

Este ejemplar de Los santos inocentes llegó a mis manos en una calle de Oviedo. Una iniciativa del famoso bookcrossing que hizo que lo cogiera para su lectura y que volveré a soltar, ahora en las calles de Madrid, para que otro lector pueda disfrutar de sus páginas y de la magia de una historia sobrecogedora y dramática por un lado, pero valiente y humilde por otra. Para que siga su camino como la milana bonita de Azarías.


AUTOR:

Miguel Delibes nació en Valladolid en 1920. Se dio a conocer como novelista con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947. Su extensa obra literaria le ha valido numerosos galardones, entre ellos el Nacional de Literatura (1955), el de la Crítica (1962), el Premio Nacional de las Letras (1991), el Premio Cervantes de Literatura (1993). En 1973 fue elegido miembro de la Real Academia. Sus últimos libros publicados son Señora de rojo sobre fondo gris, El último coto, Diario de un jubilado, He dicho, Castilla como problema y El hereje, por el que recibió el Premio Nacional de Narrativa 1999.


PUNTUACIÓN: 3,5/5

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